Hoy en día, ser fan de los Rolling Stones significa tener que estar constantemente defendiéndolos en tus conversaciones cotidianas. Defendiéndolos de ser ser unas momias, de ser una máquina de hacer dinero, de no hacer nada nuevo desde los 70, de que ya no son lo que fueron, de sus propias actitudes, ect.
Por ser fan de los Stones, no sé calibrar el papel exacto que juegan en la historia del Rock, cuál ha sido su aportación a la música, como técnica y como industria. Sus más de 45 años sobre el escenario han sido testigos de los 45 años más cambiantes de la historia de este mundo, con todo lo que ello conlleva. Todo lo que se pueda decir sobre ellos es poco y, habitualmente, obvio.
Shine a Light, el concierto filmado por Martin Scorsese es una buena muestra del hoy por hoy de la banda, como banda de Rock y como marca comercial. La película es un puzle de tres piezas: el concierto en sí, los preparativos de la grabación y cortes de video de diferentes etapas de la vida de los chicos.
El concierto muestra el tono en que la banda lleva tocando desde principios de los 90, formato recinto cerrado, con un repertorio especialmente preparado que trajo de cabeza a Jagger y, sobre todo, al tío Martin. No en vano, era el guión de la película. La sensación de ver un concierto de los Stones en cine es distinta. Donde Scorsese pone el ojo, pone el micro, con lo que se percibe mejor ese arte de tejer, como llaman Keith y Ronnie a su modo de tocar la guitarra juntos, entre otros pequeños detalles.
En los preparativos se muestra a los Stones como máquina empresarial, la magnitud de recursos y las dificultades que conlleva preparar algo con ellos, aunque seas Martin Scorsese que vengas a aportar tu grano de arena a la leyenda. Aquí los protas son el director y la mano izquierda con que torea a semejante vitorino.
En los cortes se pretende reflejar la dimensión histórica de la banda. En mi opinión, no aportan gran cosa y no me gusta que no tengan un guiño con Brian Jones ni Bill Wyman. Sin duda, junto con las colaboraciones de Jack White III y Christina Aguilera, lo más flojo de Shine a Light.
Sin dar sensación de ser una obra definitiva, como puedan serlo No Direction Home y The Last Waltz, es todo un homenaje a los Stones y un regalo a todos sus fans, ésos que tenemos un presuspuesto anual para cualquier chorrada que sus majestades decidan editar.
En fin, una experiencia poco habitual de la mano de Scorsese y los Stones. No sólo para fans.
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