Rocío, amiga y compañera de facultad, me manda esta crónica de, como ella dice, uno de los festivales nacionales que mejor cartel ofrece a los seguidores del pop no comercial, el Sonorama de Aranda de Duero, que este año ha cumplido ya su undécima edición.
Aunque el peso del programa recae sobre artistas nacionales, hemos podido disfrutar también —como suele ser habitual — de tres grupos internacionales, entre ellos nada menos que Nada Surf, presentando su último disco y cerrando la primera jornada, si no tenemos en cuenta la noche del jueves, de puertas abiertas, con actuaciones como la de Standstill y su contundencia rítmica —a pesar de la acústica lamentable del escenario pequeño donde tocaron— o Nacho Vegas con su nuevo proyecto, Lucas 15, en el que se echaron de menos esos épicos coros que tanto enriquecen el disco. Pero, sin duda, el mejor acierto de este pequeño gran festival es la organización de los conciertos en dos sesiones diarias, una por la mañana en el centro del pueblo y la segunda, ya en el recinto ferial, a partir de las siete u ocho de la tarde. Así, tras los conciertos matutinos y las consabidas tapas y copitas de Ribera, el público podía restablecerse para la segunda sesión hasta la madrugada y sin más pausas. El segundo gran acierto, también organizativo, fue la distribución en dos escenarios alternativos, de forma que se evitaban los irritantes solapamientos de otros festivales multitudinarios.
Pero dejemos a un lado la logística y pasemos a comentar la música. Perdonadme si no soy objetiva, pero yo ya tenía mis quinielas hechas antes de acudir, aun cuando reconozca que algunos de los grupos me sedujeron con su directo como no lo lograron con sus discos. Es el caso de unos soberbios The Gift, otro de los platos extranjeros y a unos Gogol Bordello a quienes las Autoridades Sanitarias han puesto en busca y captura por la cantidad de sordos que produjeron con su concierto gypsy punk; con menos decibelios, hoy podría decir alguna frase encomiástica, pero tuve que huir de su música atronadora y espídica. También me sorprendieron mucho Vetusta Morla y un auditorio entregado, participando como corista bien compenetrado en el tema de despedida, Saharabbey road. La actuación de otros artistas como Quique González o Iván Ferreiro me sirvió para percatarme de su valía como escritores de letras (aunque al primero todavía le vendrían bien unas clases de canto). Por el contrario, sentía mucha curiosidad por ver a Deluxe y no me defraudó, tanto porque Xoel mantiene una voz impecable en el directo como porque la banda tiene un espectáculo enérgico, alejado del automatismo que mostró Ferreiro.
Pero dejemos a un lado la logística y pasemos a comentar la música. Perdonadme si no soy objetiva, pero yo ya tenía mis quinielas hechas antes de acudir, aun cuando reconozca que algunos de los grupos me sedujeron con su directo como no lo lograron con sus discos. Es el caso de unos soberbios The Gift, otro de los platos extranjeros y a unos Gogol Bordello a quienes las Autoridades Sanitarias han puesto en busca y captura por la cantidad de sordos que produjeron con su concierto gypsy punk; con menos decibelios, hoy podría decir alguna frase encomiástica, pero tuve que huir de su música atronadora y espídica. También me sorprendieron mucho Vetusta Morla y un auditorio entregado, participando como corista bien compenetrado en el tema de despedida, Saharabbey road. La actuación de otros artistas como Quique González o Iván Ferreiro me sirvió para percatarme de su valía como escritores de letras (aunque al primero todavía le vendrían bien unas clases de canto). Por el contrario, sentía mucha curiosidad por ver a Deluxe y no me defraudó, tanto porque Xoel mantiene una voz impecable en el directo como porque la banda tiene un espectáculo enérgico, alejado del automatismo que mostró Ferreiro.
Las palabras escritas para alabar a Deluxe se pueden aplicar también a Sidonie; en todos los conciertos que he visto de ellos, los catalanes empatizan sin dificultad con el público, aunando calidad y carisma en el escenario. Pero fueron desde luego Love of Lesbian quienes llevaron a las más altas cotas ese concepto de empatía —como suele ser habitual en sus actuaciones—, añadiendo a su faceta carnavalesca el momento striptease de Juanra y la conga final con la que condujeron a sus fieles hacia el escenario donde a continuación actuaba Ferreiro —todo un gesto de caballerosidad por su parte. Pasando del pop a ambientes más bailables, esa misma noche de sábado pudimos desentumecernos con la música de El Columpio Asesino, quienes en su último álbum continúan arremetiendo con melodías siniestras y letras surrealistas. Fue una lástima no poder verlos hasta el final —es uno de mis grupos fetiche—, pues me vi obligada a correr hacia el escenario principal para encontrar un buen sitio para el concierto de Najwajean; la pequeñita actriz-cantante demostró que se sobraba ella sola para llenar el escenario —bueno, es cierto que el voluminoso Carlos Jean puso su granito de arena—, a lo cual también ayuda un último y esperado segundo disco plagado de hits. Y hablando de cantantes liliputienses, sería un crimen olvidar las expectativas cumplidas de Russian Red; si bien el sonido y la música no estuvieron a la altura, la joven cantante madrileña dejó bien claro que su voz atiplada y sus emotivas canciones no contradicen las críticas halagüeñas de ciertos medios musicales.
Sé que me dejo muchos grupos sin comentar: Lori Meyers, Tachenko, Cooper, Josele Santiago, Niños Mutantes, Jet Lag, Grupo de Expertos Sol y Nieve… A mi modo de ver, poco aportaron al festival, a menos que seas un devoto. De Triángulo de Amor Bizarro o Krakovia no voy a opinar porque ambos tuvieron la mala suerte de ser ubicados en un escenario cubierto, destinado a rematar la noche, en el que la acústica era tan mala que la distorsión habitual de los primeros se convirtió en un simple ruido estrepitoso que hacía irreconocibles los temas.
Como último punto de esta crónica, mencionar las bajas de Facto Delafé y de —imperdonable— Lagartija Nick; sendos accidentes durante sus conciertos previos al Sonorama los hicieron caer del cartel. Las inclemencias meteorológicas casi acaban en tragedia durante el concierto de Facto Delafé en San Sebastián, pero quizás hubiera podido evitarse el accidente de Antonio Arias con menos grados de alcohol en sangre (juzgad vosotros mismos).
Sin más demoras, me despido recomendándoos este gran festival, al que prometo volver, puede que en vuestra compañía.
Sé que me dejo muchos grupos sin comentar: Lori Meyers, Tachenko, Cooper, Josele Santiago, Niños Mutantes, Jet Lag, Grupo de Expertos Sol y Nieve… A mi modo de ver, poco aportaron al festival, a menos que seas un devoto. De Triángulo de Amor Bizarro o Krakovia no voy a opinar porque ambos tuvieron la mala suerte de ser ubicados en un escenario cubierto, destinado a rematar la noche, en el que la acústica era tan mala que la distorsión habitual de los primeros se convirtió en un simple ruido estrepitoso que hacía irreconocibles los temas.
Como último punto de esta crónica, mencionar las bajas de Facto Delafé y de —imperdonable— Lagartija Nick; sendos accidentes durante sus conciertos previos al Sonorama los hicieron caer del cartel. Las inclemencias meteorológicas casi acaban en tragedia durante el concierto de Facto Delafé en San Sebastián, pero quizás hubiera podido evitarse el accidente de Antonio Arias con menos grados de alcohol en sangre (juzgad vosotros mismos).
Sin más demoras, me despido recomendándoos este gran festival, al que prometo volver, puede que en vuestra compañía.
Crónica de Imaginaria
2 comentarios:
Fantástico artículo sobre el festival, propio de tí, que vives la música y que eres super observadora.
Muchas gracias y, ya sabes, cuando quieras!
P.d.: A ver qué van a decir los fans de Lory Meyers y los Niños mutantes que leen este blog!
Encantada de colaborar. Sobre los Lori Meyers, lo mismo cambio de opinión este finde, que quiero ir al Zaidín, en Granada, donde tocan con los Planetas y otros grupos de la ciudad. Si te animas, por allí nos veremos.
Un besillo!
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